1 de noviembre de 2013.
“Ahora llego con la misma indiferencia a todas las fincas desconocidas. Contemplo tristemente su descorazonadora vulgaridad. Nada me alegra. Todo lo que antaño hubiera sentido ante el menor cambio de fisonomía, ante una explosión de risa o ante un chorro de palabras, fluye ante mi vista. Mis labios inmóviles guardan un silencio imposible. ¿Qué fue de mi juventud? ¿Qué fue de mi candor? …” Nikolái Gógol: - Las Almas Muertas.
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Lo peor que pueden habernos hecho es hacernos creer que el poco fruto de nuestro esfuerzo es completamente inútil. Nulificar nuestra voluntad y dejar de desear es su estrategia para matarnos como seres humanos lentamente; en particular cuando lo que quieren extirpar es nuestro anhelo de vivir en comunidad, de disfrutar la compañía y el trabajo de otros para construir en conjunto.
En ese atentado distorsionan la conquista moderna de la individualidad, como un reconocimiento de la dignidad de la persona en su autonomía y personalidad, para convertirla en el fetiche del individualismo que enajena su voluntad en instituciones y procesos económicos.
Frases como: “el capitalismo es indestructible”, “la ley nunca funciona”, “al gobierno no se le puede cambiar, es el que manda”, … existen otras, son la muestra de que quienes detentan el poder han logrado convencernos de que tal poder sólo es efectivo cuando se acumula, se concentra y se usa para un gobernar tiránico.
Para muchos puede parecer una exageración estas palabras dado que disfrutamos actualmente de una gran cantidad de elecciones y, por ende, de muchos espacios para ejercer distintas posibilidades de nuestra libertad. Sin embargo el logro de la historia no radica exclusivamente en crear nuevas necesidades y posibilidades de elección, sino en ampliar las posibilidades políticas de elección para así ejercer la libertad.
Nuestra libertad política se puede nulificar en el momento que consideramos que somos incapaces de alterar la estructura del poder público en cualquiera de sus formas, en ese momento renunciamos a nuestra ciudadanía política incluso cuando se mantenga el carácter nominal y legal de la misma para otros efectos. Otra manera de nulificarla es aceptar como algo válido e inamovible la estructura institucional y reconocerla como la única forma de interacción social.
Los gobiernos y las leyes como eventos sociales particulares tienen un origen y utilidad ajustado a la época en que surgen y se desenvuelven para responder a los problemas de la sociedad de su lugar y tiempo. Son susceptibles de ser cambiados, reformados y sustituidos en cualquier momento y las personas debemos asumir nuestra responsabilidad en ello.
Ni la ley ni el gobierno son inútiles ni son perfectos. Esas generalizaciones enajenan nuestra voluntad, anulan nuestro ser político; son creaciones humanas con una utilidad determinada y de alcance limitado, aceptar que sirven no quiere decir que son la panacea y decir que no funcionan no equivale a desentenderse de ellas. Al mismo tiempo par quien cree en las instituciones estas no deben convertirse en un fetiche; la ley, la política y los gobiernos no son un sustituto de la moral, la ética y la comunidad, son una herramienta para agilizar y potenciar la sociedad.
Si acaso hay una sociedad posible sin gobierno es cosa que solo es sueño pues no encuentro cómo ésta podría darse; la comunidad es un grupo social dinámico que trabaja con una coordinación de voluntades, de deseos, de actitudes y comportamientos. Donde tal coordinación no es posible una institución enajena la voluntad social y permite la toma de decisiones centralizadas en el supuesto de que es una representación legítima (¿?) de la sociedad. Mientras no encontremos un esquema ético que articule la comunidad (esquema aparentemente cada vez más lejos, considerando la multiplicidad de deseos, necesidades, anhelos e intereses que se añaden y componen las múltiples voluntades que integran la sociedad), será cada vez más difícil abandonar los gobiernos (rígidos) y las leyes que han demostrado su progresiva (in)utilidad en construir el régimen de derechos.
Vivir bajo y a través de un gobierno es lamentable. Es prueba tangible de nuestra incapacidad de lograr acuerdos como personas, con todas nuestras capacidades psicofísicas, al mismo tiempo es un logro y maravilla de la cultura que ha podido crear esa dimensión alienada, pero altamente funcional, llamada ciudadano. Pero comunidad y gobierno no forman tampoco una antinomia contradictoria. Son también términos contrarios y complementarios; la comunidad es también una dimensión política actual que debemos ejercer con mayor intensidad y que es deseada por muchas corrientes y tendencias ideológicas, al mismo tiempo hay que conocer la ley y las instancias de gobierno para apropiarse de ellas y convertirlas en mecanismo lo más legítimos posibles.
No dice nada nuevo el dicho que reza que las personas “nunca nos hallamos contentas con nada”, pero también dice algo muy cierto: somos deseo, querer, voluntad. Por ese querer nos organizamos en grupos y tales grupos en comunidades o sociedades, a las mismas que les creamos normas y organizaciones. Hacer política es tan natural al hombre como respirar o comer o amar, responde a deseos que nos constituyen y lo único que podemos hacer es enfrentar con responsabilidad tal necesidad y comportamiento para escapar al deseo de ejercer o sufrir el autoritarismo inherente a toda forma de gobierno.
ReNo- Celda 312; Ilia Adad Infante Trejo, preso injustamente desde el 2 de octubre del 2013