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La muerte incendia movimiento vs gasolinazo

Lunes 9 de enero de 2017, por Comité Cerezo México

Las primeras víctimas mortales de las protestas por el aumento a la gasolina cayeron en un pequeño poblado de Hidalgo. Se trata de dos jóvenes que ni automóvil tenían. Los habitantes señalan como homicidas a policías federales, que repelieron a tiros la manifestación apenas comenzó el año.

Por: @FlorGoche

09 Ene 2017

Albina García y Tomasa Contreras, ambas madres solteras, comparten el mismo dolor. Sus hijos, Fredy Cruz García y Alan Giovanni Gutiérrez Contreras fueron asesinados cuando protestaban contra el incremento a los precios de la gasolina, decretado a finales de 2016 por el ejecutivo federal.

Los pobladores del municipio de Ixmiquilpan no titubean al señalar a los responsables de la matanza. Ellos y ellas son testigos de cómo los policías federales abrieron fuego contra las personas que desde el 2 de enero pasado permanecen en la carretera México-Laredo para exigir precios justos en gasolina, luz y gas LP.

Los hechos ocurrieron la tarde del 5 enero. Una bala se estampó en el tórax de Fredy, de 22 años, y la otra en el pecho de Alan, de 26. Los muchachos, con estudios de secundaria, eran el principal sostén económico de sus familias. Alan, el mayor de tres hermanos, descargaba productos en dulcerías y tiendas de abarrotes; Fredy, el primero de dos hijos, era empleado de seguridad en un supermercado.

Acompañada por su familia, Tomasa Contreras, mamá de Alan, nos permite acceder a su vivienda cuando el ataúd con el cuerpo de su hijo aún se encuentra en el lugar. Pasada la media noche, ingresamos a un patio de tierra suelta, que conduce a la habitación donde velan al joven. La familia nos exige, como única condición, reflejar la verdad. A la pena por la muerte del muchacho, se suma su indignación por tantas mentiras y desinformación.

Doña Tomasa narra que el día de la matanza toda la familia asistió a la protesta, conscientes de los efectos negativos del llamadogasolinazo, pero ignorantes de la desgracia que estaba por suceder. Cuando la Policía Federal empezó a arrojarles gases lacrimógenos y a activar sus armas de fuego, toda la familia huyó, menos Alan, cuyo cuerpo inerte sería reconocido por su padre horas después en una clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).

En dos ocasiones, Alan respondió al llamado telefónico de su madre. Primero le indicó que estaba cerca de la iglesia y después del balneario. Al tercer intento ya no hubo comunicación. Alan murió desangrado en la localidad de Dios Padre, en donde nació, y su celular se perdió junto con los videos e imágenes que capturó sobre la escena del crimen.

De acuerdo con el testimonio de Tomasa, de 51 años de edad, un hombre recogió a su muchacho herido y lo trasladó en una camioneta al Hospital Regional de Taxadho, en donde la recepcionista le habría impedido el ingreso bajo el argumento de que “allí sólo atienden a federales”.

En la clínica del IMSS y en la Santa Mónica, esta última de carácter privado, también le habrían negado la atención médica, hasta que el personal de la clínica del IMSS finalmente cedió. Ya era tarde. Allí falleció Alan, solo, sin poder siquiera despedirse de los suyos.

A decir de Tomasa, pese a que a la muerte su hijo es responsabilidad del gobierno —la bala que lo hirió provino del arma de un policía que la familia tiene plenamente identificado, además de que se le negó la atención médica en tres ocasiones—, ningún funcionario público ha intentado contactarla, mucho menos brindarle apoyo.

“Gracias a los vecinos tenemos apoyo. Del gobierno no tenemos nada”, dice la mujer, y agrega: “Nosotros como pueblo, cuando necesitan nuestros votos, ahí está el gorro, la playera. Y te prometen puras mentiras. Te besan, te abrazan. Ya nada más están en el poder y se olvidan del pueblo, y te joden”.

Justicia y verdad por el asesinato de Alan, exige esta madre adolorida. Pide, además, que el gobierno reconozca sus errores y brinde una explicación sobre el carácter del servicio que presta el Hospital Regional de Taxadho: ¿es solo para federales o para toda la población?

Un joven alegre, tranquilo y sin vicios, así describe esta ama de casa a su hijo asesinado, y dice: “La muerte de los jóvenes no puede quedar así. Ahora que he perdido a mi hijo, ¿a poco el gobierno me va a mantener, me va a dar un cheque como el de los diputados? ¡Ellos viven de nosotros, y así nos agradecen!”.

Fredy, el otro muchacho de Ixmiquilpan asesinado el 5 de enero, a escasos días de su cumpleaños número 23, también fue velado en el domicilio familiar, en la localidad de Maguey Blanco. Desde el jardín de la casa, a escasos pasos de su féretro, Albina, su madre, pronuncia: “Para mí, mi hijo es un héroe”.

Con el rostro petrificado, inexpresivo, cuenta que Fredy, amante de la música, tuvo la decisión de ir al bloqueo contra elgasolinazo (“yo lo veía muy valiente”), pese a que ella le pidió que no fuera. Ahora, sin embargo, no tiene nada que recriminarle.

Señala que la responsabilidad es de los policías que activaron sus armas, anulando cualquier posibilidad de diálogo con el pueblo inconforme: “A mi hijo le disparó la policía federal. Exijo justicia y una investigación de los hechos. Yo sé que mi hijo no traía ningún arma. Él no se junta con pandilleros, ni delincuentes; yo le enseñé a hacer cosas buenas”.

Igual que la madre de Alan, Albina es mujer pobre y madre soltera. Relata que desde niña limpiaba casas y lavaba ropas ajenas para sobrevivir. Más tarde, Fredy, el mayor de sus tres hijos (dos varones y una mujer), seguiría sus pasos, al tener que emplearse para contribuir con el gasto familiar.

En el momento del asesinato, Albina estaba de vacaciones, pero este 9 de enero tiene que volver a su empleo temporal como ayudante de cocina en el comedor de una escuela primaria. No tiene ánimos; no sabe si las fuerzas le alcanzarán.

Con la tristeza enquistada en cada gesto, en cada movimiento, la mujer asegura que ninguna instancia de gobierno ha intentado contactarla tras el asesinato de Fredy, y que el único apoyo que ha recibido, además del que le brinda la comunidad, es de las personas que administran el parque acuático Taxhuada, de Maguey Blanco, quienes pagaron el funeral.

Respecto del alza a los precios de las gasolinas, comenta: “Yo ni tengo carro ni nada pero no estoy de acuerdo porque sé que todo subirá, y yo gano muy poco. ¿Por qué mejor no suben el sueldo a los trabajadores?”.

Honrados como héroes

“Este hombre perdió la vida en una batalla por nuestra patria, por nuestro pueblo”, pronuncia un señor a las puertas de la capilla Santísima Trinidad, de la localidad Dios Padre, en Ixmiquilpan. Detrás de él, el féretro con el cuerpo de Alan Giovanni Gutiérrez Contreras.

Es 7 de enero de 2017. El pueblo de Ixmiquilpan rinde homenaje a Fredy y Alan, a quienes llaman “héroes”. Hay dolor, pero sobre todo indignación y coraje.

Con un temporal de 26 grados centígrados, los presentes arden, lo mismo que sus corazones rabiosos. Banderas tricolor impregnan la escena. La multitud aplaude, grita, arroja cohetones… entona en una sola voz el himno nacional.

Los discursos patrióticos y religiosos predominan. Un pueblo que, bandera en mano, pide a Dios por sus caídos y por ellos mismos: por la lucha que apenas empieza. “Viva México”, grita un hombre. Las y los presentes, alrededor de 1 mil personas, lo secundan. “Viva Zapata, viva Ixmiquilpan, viva Hidalgo, viva Dios Padre, viva Alan”.

La caminata arranca pasado el mediodía, de la Comercial Mexicana de Ixmiquilpan, el ombligo del movimiento de resistencia algasolinazoen el estado de Hidalgo, que se gestó desde principios de 2017 en la región del Valle del Mezquital: lugar primario de articulación y concentración de víveres, pero también de desactivación de rumores, como el de que el pueblo inconforme está recurriendo al saqueo.

El contingente, encabezado por una gran manta de trazos de puño en la que se lee “Gobierno asesino, Alan y Fredy nuestros héroes”, hace parada en capilla de la Santísima Trinidad para esperar y escoltar el cuerpo de Alan hasta el lugar del homenaje, que es donde ocurrió el crimen: la carretera México-Laredo, a la altura de balneario de Dios Padre. Allí arriban contingentes de municipios cercanos, como Huichapan, Tasquillo, Actopan, Francisco I. Madero y Alfajayucan, para mostrar condolencias y solidaridad.

Cumplido el cometido, los familiares de Alan se retiran del acto. Entonces, los caminantes avanzan hacia las instalaciones de la Policía Federal, donde días antes descargaron su furia al confirmar la muerte de los muchachos. A este lugar, acompañado por un vasto conglomerado humano y los compases de una banda de viento, llega, minutos más tarde, el cuerpo de Fredy.

Los discursos de tintes patrióticos y religiosos resurgen, esta vez, con el brote de otra demanda: la renuncia de Enrique Peña Nieto, presidente de México. “¡Fuera Peña!”, “¡Fuera Peña!” La consigna retumba, con fuerza. La actividad de este día concluye en el panteón de la localidad de Maguey Blanco, en donde el pueblo de Ixmiquilpan despide a uno de sus héroes.

—¿Por qué están en contra del incremento a los precios de la gasolina? ¿Cómo les afecta? –se le pregunta a un poblador Ixmiquilpan

—Estamos en contra porque subirán también los precios de la canasta básica y porque el incremento no es acorde con el salario mínimo. En Ixmiquilpan la gente está cansada. Muchos son agricultores y con esto será más difícil que trasporten sus cosechas.

El hombre agrega que en 25 años de vivir en Ixmiquilpan, jamás había presenciado un movimiento social de tal magnitud, mismo que, asegura, lejos de intimidarse por el asesinato de los jóvenes, se unió más. “Aquí la gente ya está decidida. No nos moveremos hasta que haya solución”, sentencia.

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